Fin del Siglo XX, del Neoliberalismo y del Unipolarismo
El Siglo XX considerado corto por Eric Hobsbawm teniendo como referencia el fin del mundo bipolar con la implosión de uno de los contendientes de la guerra fría; sin embargo, él no podía pronosticar que, tras un breve “reinado” unipolar, el contendiente ganador, va implosionando para dar lugar al surgimiento, hasta ahora limitado y germinal, de un nuevo orden mundial, la vía multipolar.
El siglo XX, que Eric Hobsbawm denominó “siglo corto”, mostró todo lo bueno y lo malo que el ser humano era capaz de producir: el monumental desarrollo urbano y, con él, el no menos impresionante desarrollo del conocimiento y de la tecnología. En fin, situaciones que daban claras posibilidades de una vida mejor. En contrapartida, la deshumanización alcanzó niveles de locura y paroxismo colectivo que nos remitieron a situaciones no imaginadas antes por la humanidad.
Hobsbawm decía que el siglo XX comenzó con la Primera Guerra Mundial y que, pasando por el final de la Segunda, terminó en 1989, año en que se produjo la implosión de la Unión Soviética. Para él, el siglo XX fue el tiempo que duró la llamada Guerra Fría, en la que dos potencias se enfrentaron sostenidas o limitadas por la disuasión nuclear, por la idea de la destrucción mutua asegurada. Fue la entronización del mundo de dos polos, cada uno con sus áreas de influencia y territorios en disputa.
Para América Latina, área de influencia de los Estados Unidos, con la excepción de Cuba, fue un largo reinado del terror. Cualquier iniciativa que cuestionara el sistema implantado, era destruida a sangre y fuego. Sólo hay que recordar las sucesivas dictaduras militares de Argentina y Brasil, el brutal golpe de Pinochet en Chile y el Paraguay sometido por el tirano Stroessner durante 35 años. Se puede pasar revista a todos los países de la región y se verá su historia reciente parecida. América del Sur y toda América Latina, con la excepción citada, fueron, a ojos vistas, el patio trasero de los Estados Unidos. O se cumplía su voluntad o se era destruido.
El siglo XX, por otro lado, ha sido testigo de desarrollos increíbles, aparecieron pequeños aviones biplanos y se llegó a los imponentes aviones de transporte de pasajeros e incluso naves para viajar a las estrellas, de las radios a bujías se pasó a los teléfonos por cable, a la televisión, internet, celulares. Cambios tecnológicos radicales que, en relativamente poco tiempo, han modificado el modo de vivir y de entender la vida.
Por debajo de este increíble despertar del conocimiento se fue dando un oscuro devenir en los mismos países en que la cultura y las ciencias se acunaron. Se produjeron el Holocausto dentro y fuera de los enormes campos de concentración, la colonización brutal que destruyó naturaleza y sociedades, las guerras periféricas. Las disputas, finalmente apoyadas en potentes armas nucleares, se dieron desde la perspectiva del desarrollo de modelos de economías y sociedades divergentes.
La bipolaridad llegó a su fin con la caída de la Unión Soviética, en 1989. La contención mutua anteriormente existente, desapareció. Todos los países del globo ahora impulsan una economía capitalista de estilo occidental. Incluso China adoptó el modelo capitalista. Algunos dijeron que se iniciaba un mundo con una vida mejor, con “el fin de la historia”; pero no fue ni es así. El inicio del mundo unipolar fue también la recuperación de viejo liberalismo del siglo XIX en el que todo se reduce a la oferta y la demanda y se deifica al “mercado” como único regulador de la vida, pero ahora bajo el comando y control de las enormes corporaciones. Todo debe estar bajo su arbitrio. Así, las sociedades de resienten cada vez más y la naturaleza es brutalmente expoliada al servicio del dios mercado.
Pero, la paradoja es que, con la victoria del Occidente capitalista, hoy reina el capitalismo a nivel mundial, no según el antojo de Occidente, ya que las propias potencias del oeste del mundo crearon enormes competidores. Ahora Rusia y China son grandes competidores en el mercado mundial. El planeta ya no puede ser manejado al antojo de uno de sus jugadores, ya no es posible acaparar todos los recursos en una sola mano. Es necesario, compartir y construir el futuro en conjunto. Sobre todo, enfrentar el cambio climático construyendo a la vez democracias viables, entre muchos otros desafíos. Compartir no es una de las características del capitalismo. Por eso sus potencias utilizan todos los recursos para tomar ventaja y, en ese proceso, dejan de lado todo lo que supuestamente han defendido a lo largo del siglo pasado: los Derechos Humanos, la solidaridad, la libertad. Se desarrolla así un proceso de deterioro social, económico, político y moral que, seguramente, le llevará a su implosión. Estamos viendo los límites que la naturaleza impone y los valores que se suponían pilares de la civilización se desmoronan. La libertad, igualdad y fraternidad para Occidente sólo hacen parte de una retórica vacía.
Nuevamente el genocidio, los asesinatos y las guerras son justificados y defendidos por todo Occidente. Las demostraciones de fuerza de los movimientos fascistas y neonazis son defendidas abiertamente por las autoridades de los países supuestamente “más civilizados”. El genocidio del pueblo Palestino, al que, algunos, por acción y otros muchos por omisión, pretenden eliminar de la faz de la tierra, la guerra subsidiada en Ucrania con la retórica hueca de defensa de la democracia y los conflictos que son ignorados en países que aún se están descolonizando en Africa, tienen el fin último de la dominación y la apropiación de los recursos del otro. El proceso de implosión va siendo cada vez más visible.
Hobsbawm, quien vivió intensamente el siglo XX, no pudo imaginar este terrible y brevísimo tiempo del Occidente neoliberal, hoy en franca caída, con cuyo fin concluirá el siglo XX definitivamente. La superación del mundo bipolar y los estertores del unipolarismo, van señalando el término de la citada centuria y dan inicio a un nuevo tiempo. La resistencia hacia el capitalismo, depredador y segregador, presagia que no hay salida sino por una vía multipolar real.